marzo 29, 2024 10:55 am

Luis Carlos Rodríguez González/The Éxodo

Caborca, Sonora.- Empezó buscando migrantes desaparecidos como voluntaria, después prestando su teléfono para que centroamericanos pudieran hablar con sus familias, pasó a la preparación de tortas para hondureños, salvadores y mexicanos que llegan con hambre y sed a la desértica Caborca. Desde hace dos años y medio reparte diariamente más de 200 desayunos diariamente a quienes buscan el “sueño americano”.

Laura Elena Ramírez Gálvez, conduce la pick blanca por la terracería junto a las vías del tren en Caborca. Es 16 de febrero por la mañana. Día frío y brumoso. En el lugar, un techo de lámina y madera, ya hay más de 200 migrantes esperándola.

Antes de iniciar con el reparto de desayunos, la directora del programa “Laura ayúdame a volver a casa”, hace una oración junto con los migrantes para recordar a la señora Norma Hernández, migrante de Guatemala, que falleció en 2015 y que hasta ahora fue trasladado su cuerpo a esa nación centroamericana.

En su mayoría jóvenes, algunos adolescentes, casi niños, lo mismo hondureños, guatemaltecos, salvadoreños, mexicanos y de otras naciones sudamericanas, pero también algunos adultos mayores, pasan uno a uno por el menú que hoy consiste en huevo con chorizo, frijoles, tortillas y café. “Provecho”, dice de vez en vez doña Laura mientras sirve las viandas y hace recomendaciones a los migrantes de llamar a sus familias.

“Empecé buscando desaparecidos en 2015. Yo era voluntaria en otro grupo, pero un día llegó el crimen organizado y levantó a un joven. Todos se espantaron, ya nadie quería ayudar. Entonces me decidí a crear el grupo “Laura ayúdame a volver a casa” que se apoyaba con llamadas telefónicas y asesoría legal a los migrantes”.

Ama de casa, echada para delante, alegre y franca en su hablar, se dio cuenta que la problemática que enfrentaban diariamente cientos de migrantes iba más allá de ayudarle a levantar una denuncia, de comunicarse con sus familiares, de tramitarles una visa humanitaria ante el gobierno de Estados Unidos y desde hace dos años y medio agregó a su labor los desayunos diarios para más de 200 migrantes.

Caborca, la llamada “Perla del Desierto”, se ha convertido en uno de los puntos de tránsito de miles de migrantes centroamericanos y mexicanos que buscan cruzar hacia Estados Unidos y que encuentran en el camino el acecho de personal del Instituto Nacional de Migración, policías federales, estatales y municipales, pero también de delincuentes que buscan robar, extorsionar o cobrar derecho de piso.

En esta ciudad desértica llegan diariamente cientos de migrantes a bordo del tren conocido como “La Bestia” luego de una travesía de alrededor de 30 días desde la frontera sur de México hasta

este lugar, la última parada antes de cruzar la frontera hacia el Condado de Pima, Arizona, donde tendrán aún que caminar de dos a tres días para llegar a Tucson.

Sin dinero, muchos enfermos, lastimados por las caídas en el tren o las persecuciones lo mismo de agentes migrantes que de delincuentes, llegan a Caborca donde cada día se repite el milagro que multiplica el pan para más de 200 centroamericanos y mexicanos que aún en tiempos de Donald Trump, con su proyecto de muro fronterizo, la radicalización de políticas antinmigrantes y acciones de la Border Patrol, buscan el “sueño americano”.

“Haga fila güero, haga fila”, pone orden Laura Elena mientras un migrante le pregunta por los tenis que le prometió: “Aún no te los consigo. Dame chanza”. “Denle por favor un desayuno que está arriba de la camioneta”, ordena ella y comenta que “está enfermo, dice que tiene un fuerte dolor en la espalda y lo vamos a llevar en un rato al doctor”. La Cruz Roja nunca está disponible en este lugar.

Ella bromea con los migrantes, les da ánimos, bendiciones. “Ojala que les dieran trabajo aquí en México y les pagaran bien. Les quieren pagar cualquier cosa”. La fila continúa avanzando. Casi todos con sudaderas, gorras, algunos con cobijas pues han pasado la noche a la intemperie. Los acentos se multiplican, el hablar fuerte de la sonorense, con los murmullos de los hondureños, salvadoreños, guatemaltecos.

El milagro de la multiplicación de los panes en el desierto se da con la ayuda de personas como Lucy y Miguel, quien cocinó hoy. Laura Elena continua con su labor y contesta comentarios en Facebook. Su hijo toma video para que los familiares de los migrantes puedan identificarlos. Muchos de ellos ya no tienen dinero para una tarjeta telefónica.

También publica en Facebook fotografías y datos de migrantes desaparecidos, da asesoría legal, tramita visas humanitarias, atención médica, consigue donaciones, lo mismo en especie que en efectivo para poder continuar con esta labor.

“Vamos para arriba madre”, señala Erling, migrante hondureño, en una videollamada a su progenitora quien supo de su hijo gracias a la página de Facebook de Elena Ramírez. “Mi familia no sabía nada de mi desde hace un mes”, señala el joven enfundado en una chamarra de los Vaqueros de Dallas.

En entrevista con The Éxodo, Laura Elena Ramírez, reconoce que Caborca se ha convertido en un punto neurálgico para la migración, ya que los centroamericanos prefieren llegar aquí que a otras ciudades o poblaciones más peligrosas como los es Reynosa o Nuevo Laredo.

“Este año se frenó un poco la migración, pero no es por Donald Trump, sino por el crimen organizado que opera en esta zona. Ellos cobran a los migrantes por cruzar y ellos ordenan cuándo hay cruces y cuándo no hay”.

Indicó que algunos de los migrantes son forzados por el crimen organizado para cruzar mochilas con droga. Es su pasaporte para permitirles llegar a Estados Unidos, lo grave es que en ocasiones los obligan a realizar no sólo un viaje, sino varios”, comenta.

“Ahorita por ejemplo no hay pase a Estados Unidos. Ellos -el crimen organizado- son los que mandan ahí. Por eso tenemos aquí en Caborca personas que tienen hasta dos meses esperando cruzar la frontera”, agrega.

Destaca que en promedio los “coyotes” le cobran a cada migrante unos 6 mil 500 dólares por cruzar la frontera por Sonora hacia Arizona. Cruzando aún deben caminar entre dos y tres días para llegar a Tucson, lo cual es una ruta muy peligrosa, donde muchos son detenidos por la Border Patrol o desaparecen.

El 90 por ciento de los más de 200 migrantes que acuden diariamente por su desayuno son centroamericanos, en su mayoría hondureños. El 10 por ciento restante son mexicanos. Por aquí casi no cruzan mujeres, pero si muchos adolescentes.

Doña Laura Elena Ramírez pide ayuda para continuar con su labor humanitaria:

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