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Alumnos de la ENAH: de rescatistas a la dignidad de los fallecidos en el sismo

ALUMNOS DE LA ENAH: DE RESCATISTAS A LA DIGNIDAD DE LOS FALLECIDOS EN EL SISMO
Luis Carlos Rodríguez González/The Exodo
Como miles de jóvenes salieron a las zonas devastadas en la Ciudad de México a remover escombros, a rescatar heridos, llevar agua y víveres, todo ello para luchar por la vida de cientos de personas atrapadas entre varillas, tabiques y cementos por el sismo del pasado 19 de septiembre.
Pero esta docena de jóvenes de séptimo semestre de la Escuela Nacional de Antropología e Historia (ENAH), pronto se dieron cuenta que el rol que les tocaba jugar iría más allá del rescate de personas con vida, ello cuando empezó a desvanecerse esa esperanza en zonas como el edificio de Petén y la fábrica de Chimalpopoca. Su misión era darle dignidad, un trato humano a los fallecidos.
“Llegamos a Petén el martes 19 de septiembre a las 8:30 de la noche. Para esa hora ya habían rescatado a tres personas, dos de ellas había perdidos la vida y la otra sobrevivió. La zona era un caos, con un acordonamiento para evitar el desbordamiento de miles de voluntarios que ya se encontraban ahí. Empezamos a infiltrarnos en la llamada zona cero, la presencia de elementos de Marina y Sedena era casi nula y ya había un área médica conformada por unos 30 doctores voluntarios, todos instalados en el estacionamiento de la Agencia Volkswagen”.
Leo Ortiz y Fenice Padilla, alumnos del séptimo semestre de Antropología Física de la ENAH, recordaron que su primer reto fue para convencer a Marinos, militares, médicos, rescatistas y judiciales de la Ciudad de México de la importancia de su labor para la identificación de las víctimas mortales del sismo, darles un trato digno y evitar un mayor dolor a los familiares en el momento de su identificación.
“Salí de mi casa el martes 20 con una pala, con un bote, unos guantes y una botella de agua. Nos vimos en Zapata con otros compañeros y nos dirigimos a un edificio en Petén, a cargar escombro para ayudar a rescatar víctimas por varias horas. Había poco personal militar y policiaco y se nos permitió ingresar al área médica donde nos aceptaron como encargados del área de abasto. Yo sabía que podíamos ayudar más”, recordó Diego Jiménez, también alumno de la ENAH.
Ellos, junto con otros compañeros de la ENAH, trabajaron en lo que quedaba del edificio colapsado en Prolongación Petén 915 y Emiliano Zapata, en la colonia Emperadores. Al principio sacando escombro, como voluntarios en el tema de abasto de medicamentos y después elaborando fichas con datos sobre los desaparecidos, para finalmente montar un improvisado servicio forense para una identificación más detalla, digna, humana, de las víctimas mortales.
- Buscamos evitar repetir el error de la gran morgue en estadio de beisbol de 1985
Fenice Padilla, fue la encargada de la labor de convencimiento con grupos de rescatistas y autoridades. “Tuve que explicar el abc de la antropología forense, lo mismo a un marino que a un médico o lo más difícil y cerrado, es decir explicarle a un agente o Ministerio Público de la Ciudad de México”.
“Les explicamos la importancia de nuestra labor ahí y de evitar la “desaparición administrativa” es decir evitar que un cuerpo se pierda, que nadie sepa si lo llevaron a un hospital, al Forense y evitar con ello que los familiares tuvieran que peregrinar por hospitales, oficinas del MP y el Semefo, así como evitar que esos cuerpos terminaran en una fosa común, como ocurrió en 1985. Todo porque no hay un registro, una cédula. Eso lo evitamos en Petén”.
“Buscamos evitar lo que ya había ocurrido en el sismo de 1985 cuando el Estadio de Beisbol del IMSS, ubicado en Viaducto y Cuauhtémoc, se convirtió en una gran morgue donde miles de personas tuvieron que caminar por ese lugar para identificar a sus familiares, con todo el sufrimiento, dolor que ello conlleva”, indicó Julio Galván, también estudiante de Antropología Física.
Dijo que en el sismo de 1985 muchas de las víctimas mortales terminaron en una fosa común, en el mejor de los casos se les tomó una fotografía a los cuerpos. “Nosotros buscamos con la labor en Petén evitar a toda costa esta mala experiencia y ser los más objetivo posible en la identificación. En los seis cuerpos que logramos identificar logramos ello”, apuntó.
Laura Corrales, indicó que se construyó un improvisado servicio forense en el estacionamiento de la Agencia Volkswagen, donde en un espacio de dos por dos metros cuadrados, cubierto con sábanas, realizaron la labor de reconocimiento de las víctimas mortales rescatadas de los escombros del edificio de seis pisos y 12 departamentos.
“Veíamos características físicas, ropa, objetos como relojes, lunares, tatuajes, para comparar con la descripción que habían dado antes los familiares en las cédulas ante mortem que se habían recabado. Nosotros evitamos que este proceso pudiera ser visto por los medios de comunicación y sobre todo por los familiares, para evitarles un mayor dolor. Darles dignidad a los fallecidos y sus familiares en el manejo. Nosotros teníamos que hacer este proceso en unos 20 minutos por cada fallecido”, apuntó.
Dijo que al realizar esta ficha ante mortem y con la labor de reconocimiento de los cuerpos ya había casi una certeza de quién se trataba. Se evitaba el peregrinar de decenas de personas ante un cuerpo.
“Sobre todo porque era una situación muy fuerte ver a una persona en estado de descomposición avanzada, con los estragos de haber sido golpeados por concreto, algo muy impactante, con rostros desfigurados. Nuestra labor era evitar un mayor dolor a los familiares”, agregó Leo Ortiz.
Después este pre reconocimiento se avisaba a los familiares que había un cuerpo con las características similares a quien buscaba, se les daba la opción de verlos o no y se entregaba al Ministerio Publico quien a su vez trasladaba el cadáver al Instituto de Ciencias Forenses. Ya ahí por ley los familiares tienen que reconocer los cuerpos para recogerlos.